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Los ojos que no quieren ver


Ilustración realizada por Mary Long, bullying


Raquel Pérez. Jérica


“Eres un gafotas”, “hueles mal”, “este es un rarito, no os juntéis con él”. Todas estas agresiones verbales se escuchan a diario dentro y fuera de los centros educativos y posteriormente, se le suman las agresiones físicas. Según la ONG contra el bullying, más de 11.000 niños y jóvenes han sufrido acoso escolar en España el pasado 2021, y tú, has sido participe de la agresión alguna vez, aunque no fueras consciente de ello.


Se ha normalizado opinar, juzgar e incluso humillar a los demás. Los más pequeños imitan a sus referentes (madres, padres, hermanos) y realizan estos actos sin ser conscientes del daño que pueden llegar a causar. Crecen y siguen realizando las mismas conductas que han interiorizado y las ven correctas. Todos ríen las gracias al popular de la clase, o si no están de acuerdo, callan, pero nunca se enfrentan a él por miedo al rechazo, siendo así partícipes del bullying. Mientras tanto, la víctima se va haciendo cada vez más pequeña y con ella, las ganas de luchar y seguir hacia delante. El rechazo y las humillaciones constantes les arrinconan, mientras que el entorno se tapa los ojos. El hundimiento es tan grande que incluso en el peor de los casos, acaba con el suicidio.


La educación en los centros educativos es imprescindible. Los profesores están presentes en cada una de las situaciones que ocurren en sus clases, y muchas veces son conscientes del rechazo que se realiza a ciertos jóvenes, ¿por qué no actúan? ¿por qué no erradican con el sufrimiento de las víctimas? ¿tal vez será porque no tienen vocación?


El periodo estudiantil es la etapa más importante de cada joven, donde se crece a nivel emocional, personal y que asienta sus principios y valores. Según como se haya vivido esta época, los ciudadanos serán de una forma u otra, por lo que debemos tener referentes que nos guíen para ser compañeros, buenas personas y, sobre todo, no faltar el respeto. Para ello, se necesitan docentes que amen su profesión, que vivan por y para los niños y que se impliquen cada día por crear compañerismo.


Y a ti, que seguramente hayas sido partícipe de un acoso, reflexiona sobre el daño que has podido causar, aprende para corregir esos comportamientos y educa a los más pequeños para que no comentan los mismos errores que tú. No opines de la gente sin conocerla, no prejuzgues, y aunque los conozcas, cuidado con tus palabras, no sabes lo que pueden estar sufriendo en su interior. Si ves que se están metiendo con alguien, actúa. No tengas miedo a quedarte solo, no tengas miedo de ser el chivato, y lo más importante, no seas cómplice del bullying, no actuar te convierte en uno de ellos, de los que supuestamente son los “guais”.


Por último, para ti, para quien ha sufrido este infierno, para quien ha tenido que aguantar esta tortura, rodéate de gente que te quiera, te valore y te cuide, y lo más importante, quiérete a ti mismo. No tengas miedo de pedir ayuda, acudir a un profesional es de sabios, no de locos.

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